Desde
bien pequeñas tenemos asumido que cuando entremos en la
preadolescencia comenzaremos a depilarnos, es algo que no te
cuestionas, es uno de los pasos de hacernos mayores, quitarnos los
pelos que van a empezar a salir en nuestro cuerpo, algo completamente
natural al fin y al cabo. Las mayores se depilan, y es hasta algo
divertido, según los anuncios de la tele, además hay opciones para
todos gustos y precios.
Recuerdo
que tenía unos 12 años, y llegó ese primer día de primavera en el
que ya usas prendas cortas debido a la calor, faldas, vestidos o
shorts, al gusto de cada una vaya. Me había comprado mi madre la
famosa crema depilatoria Veet, ella no quería que la usara, me decía
que eran suaves, que me los recortara y ya me daria el sol, que con
esa crema me saldrían más y más fuertes. Yo no le hice caso
(cuántas veces me arrepiento de ello) yo no podía permitir llevar
un sólo pelo en mis piernas, daría asco a la gente. Desde el verano
anterior llevaba pelitos en las axilas, y la gente me había hecho
comentarios burlescos, que me habían hecho sentir mal, así que este
verano no pensaba llevarlos, y quería quitarme los de las piernas.
Pasé
varios años a base de cuchillas y cremas depilatorias, además es
que era peluda (y aunque sorprenda no es una mala palabra), pero me
apañaba para que no se me viera un pelo y no perder mi “feminidad”.
Mi
calvario con los pelos comenzó a los 18 años, ya no era un bello
controlable, en unos pocos meses mi tripa, mis ingles, mis piernas y
mi trasero tenían mucho pelo, y un pelo fuerte, en algunas zonas
parecía púbico. Me cogí asco, no me podía mirar a mi misma,
parecía un HOMBRE, un OSO, una MARIMACHO. Se juntó con una época
bastante asexual, ni ligaba ni quería ligar, había salido de una
relación bastante larga y tóxica, sólo quería divertirme con mis
amigas, no quería saber nada de chicos. Aún así, en dos años con
los tres tíos que me lie lo pasé realmente mal, no quería que
vieran mi cuerpo peludo, me repudiarían. Siempre andaba tapándome,
me pegué dos veranos sin ir a la piscina (me encantaba y me encanta
ir), tenía pánico de que alguien viera como era realmente, no
parecía una VERDADERA MUJER.
El
segundo verano de mi época yeti (me gusta denominarla así
cariñosamente) se lo conté a mi madre, no le había dicho nada, y
eso que tenemos una relación genial, pero hasta vergüenza me daba
que ella viera mi cuerpo peludo. Se lo conté porque no podía más,
había dejado de depilarme, ya que las cremas y las cuchillas eran
contraproducentes, aumentaban mi vello, comenzaba a salir al día
siguiente y además me causaban irritaciones y picores (tengo la piel
muy sensible y el pelo era realmente fuerte), y ya no podía más del
asco que me daba.
Mi
madre intentó convencerme para ir a una esteticién, ya que no nos
podíamos permitir económicamente el láser, allí me quitarían el
pelo bien y sería mas duradero. Yo me negué. No podía consentir
que alguien me viera así, antes prefería que me tragara la tierra.
Ella hizo todo lo que estuvo en su mano para solucionarlo. Primero lo
intentó con la cera, un par de veces cuando era más cría fuí a
dos centros de estética diferentes y me habían hecho muchísimo
daño, tengo el umbral del dolor bajísimo, y tenía pánico de
volver a intentarlo con la caliente. No podía soportarlo, en zonas
usábamos caliente, en otras fría, pero sangraba, era un pelo muy
fuerte y mi madre no sabía depilarme bien y daba los tirones mal.
Fueron experiencias verdaderamente torturadoras. Me compró una de
estas maravillosas máquinas que anuncian, que parece por el anuncio
que en vez de arrancar el pelo de raíz te va a dar un masaje
relajante, que lleva hielo y de todo... ¡y una mierda! Soy demasiado
sensible para esa máquina de tortura lo siento.
Se
acercó el verano de los 20, y yo no quería más experimentos
mortales caseros, y mi madre se negaba también, ella sufría porque
veía que me hacía daño. Me convenció para ir a una esteticién,
había ido a hablar con ella y le había hablado de mi complejo por
el exceso de pelo, de lo fuerte que lo tenía y de mi poco aguante al
dolor. Me decidí a ir, muerta de vergüenza, pero fui con mi madre.
A
la vez, antes de que llegara el verano, mi madre vino conmigo al
médico de cabecera y le comentó “el problema”, pues yo no podía
ni verbalizarlo. El me mandó a ginecología, me hicieron análisis y
vieron que tenía un desajuste hormonal, que padecía un HIRSUTISMO
LEVE. Me mandaron a endocrinologia y comencé a probar bastantes
tipos de medicamentos hormonales.
Yolanda,
la esteticién, resultó un amor de persona. Me ha ayudado muchísimo
a superar mi complejo, y me depila con muchísimo cuidado. Mentiría
si dijera que no me hace mal, pero lo puedo soportar, y ella tiene
mil atenciones. Gracias a ella, empecé a volver a mirarme, y el
verano de los 20 volví a la piscina, y a no darme asco a mi misma,
comencé a quererme de nuevo.
La
medicación que llevaba cinco meses tomando me rebajó enormemente
los niveles de vello, y los médicos me han dicho en varias
ocasiones que si la dejo de tomar, volveré a tener los mismos pelos
que antes, que es algo crónico, para toda la vida, y que aunque me
haga el láser me volvería a salir.
Pero
cuando llegó el feminismo a mi vida, comenzó a darme rabia todo
esto, la solución ya no me parecía suficiente.
¿Por
qué tenía que gastarme 25 euros al mes en medicación para frenar a
mis hormonas “masculinas? No me repercuten negativamente en mi
salud, simplemente me sale pelo, y el pelo no es malo joder, es mala
la mirada de la gente hacia el vello femenino, no el vello en sí
mismo.
¿El
sistema no puede tolerar que biológicamente me salga de los normas
hormonales o qué pasa?
¿Por
qué tenía que ir cada mes y medio a dejarme 30 pavos para que me
hagan daño, para sentir miedo, para marearme y estar dos días con
la piel fatal?
¿Porque
las mujeres no podemos tener pelo verdad? Eso es de guarras, eso es
de hombres.
Cuando
me puse las gafas moradas me di cuenta de que no podía ni quería
seguir con ese sufrimiento y ese gasto, de que tenía que ser posible
quererme y verme bien con pelos, de que quería aceptarme tal y como
era.
En
mayo de este año dejé la medicación, ya llevo un año que me
depilo las axilas muy de vez en cuando, me ahorro irritaciones,
picores y granos, y lo mejor de todo es que me veo bien con mis
sobacos peludos, me siento a gusto conmigo misma. El resto del cuerpo
me está costando más. A lo largo de este año ando muy relajada, en
vez de ir cada mes y medio he ido cada tres meses o así, cuando ya
llevo bastante pelo y ya me veo mal, pero cada vez mis visitas a la
esteticién son más espaciadas la verdad. La prueba de fuego llegó
con el verano, sólo me hecho la cera una vez, conseguí irme a la
playa con bastante vello, y me reconcilió bastante con mis pelos, al
fin y al cabo era la primera vez que se bañaban en el mar.
Ahora
mismo estoy bien así, me gustaría conseguir el no imponerme la
obligación de depilarme, pero igual me quedo con esta rutina, que al
fin y al cabo es sana, ya no tengo la obsesión que tenía antes, voy
de vez en cuando, y no lo hago por los demás, lo hago por mi, me
depilo para verme bien yo. De todas maneras mi cuerpo ya lleva mucho
tiempo sin hormonas, y la cantidad de pelo está aumentando
considerablemente, cada vez salen antes, y mis inseguridades vuelven
a hacerse fuertes.
Mientras,
los anuncios de depilación nos dicen que con pelos no podemos hacer
ningún tipo de plan, es una industria aliada al patriarcado. Que no
nos aceptemos a nosotras mismas, que no nos queramos, que estemos mal
con nuestros cuerpos, que nos demos asco, beneficia al sistema, ya no
sólo económicamente (industria psiquiátrica, de la belleza, de la
nutrición, etc.), que también, pero parece que si las mujeres
estamos preocupadas por nuestros pelos en las ingles, pensamos menos,
o nada vaya. Debemos demostrar que si, que es posible el ser mujeres
insumisas y perfectamente depiladas, el ser mujeres “completas
aunque tengamos pelos, y el depilarnos porque nosotras queramos, no
porque la sociedad machista nos lo imponga con sus crueles y
reaccionarios cánones de belleza. Para ser mujer, sólo te hace
falta sentirte como tal, no tienes que cumplir ninguna característica
impuesta por la sociedad machista y superficial.
Este
verano me he sentido muy empoderada y muy orgullosa de mi misma, me
dan cada vez más igual las miradas, aunque sé que es una lucha y un
trabajo continuo posiblemente de por vida.
Las opiniones que se publican no tienen por qué corresponderse con la de nuestra asamblea, pero vemos fundamental que podamos tener un espacio en el que expresarnos. Gracias por querer compartir con nosotras vuestras inquietudes y dar vida con ello a este blog, que tan sólo pretende acercar el feminismo y luchar contra el patriarcado.